María Alitio Rodríguez

Los tallos de maíz, mora y romero son los suficientemente espesos y altos para olvidar la distracción visual y auditiva de una ciudad cubierta por concreto. Como un oasis oculto en el desierto, se encuentra la huerta que cuidad María Alitio Rodríguez, una sabia montañera que no ha dejado de arar la tierra.

 

Aproximadamente el 75 por ciento del territorio bogotano es  rural.  Zona que equivale a 100.000 hectáreas rurales y de las cuales solo 30.000 sirven para actividades agropecuarias, pues en el resto  está prohibida la explotación del suelo.

 

 

 

 

 

Ciudad Bolívar, la tercera localidad más extensa de Bogotá,  siempre ha sido un escenario en el que la agricultura urbana y las fachadas verdes no son algo novedoso, pues aquí muchos de sus pobladores han conservado sus actividades agricultoras.

 

Mientras la inmediatez y la industria nos aleja cada vez más del origen de lo que comemos, otras personas como María comprenden que el campo no tiene límite. Con huertas comunitarias, un proyecto apoyado por la Secretaría de Hábitat y el Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis (JBB), varios barrios de la localidad han vuelto a cultivar.

 

 

“Yo siembro de cada cosa un poquito: cebolla, lechuga, aromáticas,  maíz, papa, tomate, repollo, hortalizas y frutas y luego las compartimos con los demás vecinos”, María

Como una agricultora innata, María reconoce cada semilla, las recoge y las riega, las poda, les cura las plagas con pesticidas naturales, prepara cada terreno de siembra y tiene en cuenta cada ciclo de cultivo, aunque no esté en el monte con grandes cosechas.

 

 

Según ella hay poco tiempo para dedicarle a la huerta, y aunque “briegue” con los vecinos que le piden pero no le ayudan, reconoce que estos pedacitos de tierra son espacios que unen, enseñan y enriquecen, pues fortalcen la economía local y la seguridad alimentaria y nutricional. En el caso de ella la motivan más a cumplir su sueño…

 “vivir en el campo con gallinas, ganado, patos y cerdos”